sábado, 18 de setembro de 2010

Ha llegado el otoño.


La furia de Helios, dictador del verano, se va apagando poco a poco, mientras Cronos, infatigable, montado en su caballo alado, sigue dando vueltas con su cabello de plata, soplando en las hojas del calendario, cuando Eolo duerme, arribando al puerto de abrigo donde los días menguan y las noches crecen. Su hija, Eos, de rosados cabellos, extiende de amarillo, verde y ocre su manto sobre las viñas de Amandi despertando a los mirlos, que se levantan en vuelo, trazando senderos negros entre nubes errantes para perderse por la boca del Cañón del Sil de la Ribera Sagrada. Las vendimiadoras entonan canciones, mientras se paran a picar en un racimo de dulce mencía, desgranando las cuentas del tiempo, infinito.

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