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A un europeo recién llegado, le sorprende de esta naturaleza exuberante, el caudal de los ríos Paraná y Paraguay, éste navegable hasta Asunción; las cataratas en el parque natural de Iguazú en los límites de Brasil y Argentina; los bosques impenetrables de flora y fauna autóctona; las calvas de la selva deforestada al servicio de la ganadería extensiva con pastos abundantes y verdes todo el año; el problema sin resolver de los indígenas que, privados de sus tierras y destruido su hábitat, malviven en torno a las ciudades pidiendo limosna y ofertando su pobre artesanía como única forma de vida con los niños tirados en las calles sin escolarizar, fuera del sistema en un bucle de difícil solución; las colonias de los menonitas, pacifistas, rubios y de habla germana, unos refugiados de las guerras mundiales, otros originarios de Rusia, que viven aislados con costumbres ancestrales afines al patriarcado, dedicados a la exportación de carne de vacuno.
Llama
la atención, y me alegro por ello, que el idioma guaraní lo utilice el 80% de
la población: Paraguay es un país bilingüe; Ecuador
y Perú también hablan el quechua; en Venezuela, a parte del castellano, se
hablan más de 20 lenguas indígenas, aunque son minoría.
Por estas latitudes, el Estado
protector y de bienestar no existe: el país quedó diezmado tras la Guerra de la
Triple Alianza por cuestiones fronterizas con Uruguay, Argentina y Brasil;
luego vinieron 35 años de abusos y de corrupción de la Dictadura del general
Alfredo Stroessner; ahora, los progresos con la democracia van despacio.
La
población se concentra en el Este del país; el Chaco boreal, al Oeste, está
prácticamente deshabitado. En este país campa el laissez-fair, laissez-passer del liberalismo en muchos de los
aspectos de la vida: unos pocos cada vez son más ricos, mientras que los pobres
tiene pocas oportunidades para prosperar; por las calles se mezclan los coches
caros de alta gama con los viejos cacharros, los colectivos de los años 50, y
los coches de particulares reciclados del Japón rodeados de un enjambre de
motocicletas, en una ciudad donde predominan las viviendas unifamiliares que
creció a lo largo y ancho del llano de la ribera del río Paraguay; no se ven
los peatones caminando por las aceras, porque no están adecuadamente urbanizadas;
la gente se entretiene sorbiendo el mate que les aliviará de bochorno, lo toman
a todas horas y en todas partes; no hay apenas pasos de cebra, el automóvil
invade el espacio urbano; ni alcantarillas, que traguen los aguaceros. Los
paraguayos no llegan a disfrutar de una tercera edad: las medicinas son caras y
la sanidad preventiva está en ciernes. Aun así, la esperanza de vida ronda los
70 años; el crecimiento vegetativo es alto.
Los
“Shoppings” son como oasis para la clase pudiente. La gente sencilla está
pegada a viejas creencias y costumbres. La carne en las churrasquerías y rodicios es un plato delicioso, sin embargo, hay cosas que chocan con la mentalidad
europea: "la sopa", es un bollo sólido de harina de
maíz, aceite, huevos y leche; cuando se habla del tratamiento de quimio o de radioterapia se utiliza el eufemismo "la vacuna para curar la infección". Pero lo dicho arriba contrasta con los datos económicos más recientes: Paraguay, integrado
en Mercosur, es el primer exportador mundial de electricidad, el sexto
productor de soja y uno de los primeros exportadores de carne de vacuno. Este
bello país, a pesar de la lacra endémica de la corrupción que ahora castigan
las leyes democráticas, está saliendo adelante.