martes, 22 de febreiro de 2011

La palabra frente a la espada

"El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros", palabra de Dios. La palabra (del latín parábola; antes del griego: parabolé, símil, comparación, vocablo) es un don casi divino, quizás, el rasgo más significativo de nuestra especie.

Con la palabra, podemos comunicarnos y conformar nuestro pensamiento y, viceversa, el lenguaje va configurando nuestro pensamiento y sentir desde el momento en que empezamos articular las primeras palabras. Las vivencias en el devenir del tiempo van quedando codificadas en los aluviones de la memoria o fijadas en otros soportes, físicos o virtuales, para poder usarlas en el presente continuo o en el futuro próximo, y lejano, con sus variados matices en nuestras relaciones con los demás en el quehacer diario: kae óti o ánthropos físi politikon zóon, el hombre es un animal político, un ser sociables como ya apuntaba Aristóteles.

Pero quitemos la piel a la palabra como dice Saramago, desgranándola en algunos contextos, entre otras potencialidades y virtudes, la palabra articulada está dotada de una gran versatilidad: podemos seducir y dominar voluntades, infundir alegrías, atemorizar, engañar a un pardillo o suprimir la tristeza de un desconsolado, por nombrar algunas.

Pero hay más: con las palabras se canta una nana a un niño o se le narra el cuento de la Bella durmiente, se consuela a un enfermo, se confiesa un pecado, se condena a un reo, que tiene el triste privilegio de decir la última palabra. Con palabras nos saludamos y despedimos, nos declaramos en el primer amor o simplemente podemos decir buenas palabras, palabras muertas dentro de la boca o soltar la lengua a borbotones palabras vacías sin decir nada: palabras musitadas, hueras, palabras falsas, sin sentimiento, aparentes, ambivalentes, ambiguas o medias palabras, palabras libres, palabras ociosas, palabras sesgadas de políticos en el Parlamento, palabras con tricornio "¡que se sienten, coño!", "¡quietos todo el mundo!", palabra con dominio y derechos de autor, 23F, en el Sancta Sanctorum del verbo.

Seguimos leyendo en el Diccionario de la RAE las palabras mayores, las palabras preñadas, de honor, de rey, palabras mágicas, gruesas, picantes, palabras santas, de oráculo, al aire, 'palabras con hipo', ocurrencia de greguería: las hipónimas y palabras clave que abren puertas y horizontes.

Hay hombres y mujeres de palabra, los cuales, a la primera palabra, nos dieron su palabra de honor. También los hay sin palabra, o sueltan sus palabras sin peso ni sentimiento, que se las lleva el viento de ligeras, que dicen y desdicen lo que dicen: donde dije digo, digo Diego.

Con la palabra, nos podemos comprometer, palabra de matrimonio: pronunciar un 'Sí', un “¡Te quiero!”, rebosando de felicidad o escuchar, pocos años después, con amargura y desconsuelo: “¡Vete, ya no siento nada por ti!” Es entonces cuando tenemos que negociar con ella, con la palabra, el no de reproches y desamores, palabras cargadas de dolor, de las que destila lágrimas el alma para que no se corte la palabra entre dos corazones tristes y solos. 

Como resumen y corolario, no quiero comer palabras ni ahorrarlas, pero creo que no me van a faltar palabras para decirte la última palabra sobre los pueblos oprimidos que se han levantado, tomando la palabra como única arma, para pedir pan y liberttad.

...أ الشعب صاحب السيادة الله يرفع صوته، وقوة الكلمة، للاطاحة طاغية. وبمرور الوقت لسرقة ويصب بالسيف. امتد دمائهم وكرامة ...الشعب،"وغمد السيف وتترك في نهاية المطاف !!!

La hermosa grafía, palabras vestidas de gala y fiesta no nos dejan ver su interior, Alá es grande. 'Acá' te las vierto en cristiano:

“El pueblo soberano de Alá alza su voz, el poder de la palabra, para echar al tirano. Se ha terminado el tiempo de robar y de herir con la cimitarra. La dignidad del pueblo, su sangre derramada, hará que envaine la espada y se vaya”.

 P. D. Se quedan en el tintero los 'palabros', las palabras sin domesticar, pero de ellas hablaremos otro día, palabra.
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